Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1251
Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 4 de mayo de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Robledo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 109, 3080-3082
Tema: Ley constitutiva del ejército

Si las palabras pronunciadas por el señor Romero Robledo, y que yo he oído con mucho gusto y con extrañeza, ¿por qué no he de decirlo? porque no estoy acostumbrado, estuviesen conformes con sus hechos, verdaderamente la situación del Sr. Romero Robledo sería envidiable, como S.S. ha dicho. Pero, Sr. Romero Robledo, después de todo lo que S.S. ha dicho y ha hecho en otras ocasiones; después de lo que S.S. ha manifestado en una de las sesiones últimas, ¿no cree S.S. que sería extraño que el Gobierno, que la Presidencia, que la mayoría y que las oposiciones se sometieran a seguir la dirección que S.S. tiene hoy por conveniente trazarles? ¿No parece extraño a S.S. que las oposiciones, que la mayoría, que la Presidencia y que el Gobierno hayan de esperar a que S.S. les indique el itinerario que humildemente deben seguir? ¿No parece extraño a S.S. que la Presidencia, tan dignamente [3080] representada, haya de esperar a que S.S. determine los asuntos que debe poner al orden del día? ¿No parece a S.S. extraño que S.S., sin ánimos de ofenderle, judío errante de la política española, sin partido, sin casa, sin hogar, mirando con recelo a todas las puertas sin saber a cuál llamar por temor de que ninguna de le abra, pueda convertirse en director de todos los partidos y en leader de todas las oposiciones parlamentarias?

Cualquier Sr. Diputado podía, en efecto, pensar en ello, y aún llamar la atención de sus compañeros sobre si dado lo avanzado de la época había llegado el momento de conceder a las cuestiones económicas, sobre todo a las que han de estar discutidas a plazo fijo, aquella preferencia exclusiva que a veces se les ha concedido; pero, Sr. Romero Robledo, dadas las circunstancias en que S.S. se encuentra, dados los antecedentes que S.S. tiene en este asunto, dado el sistema de obstrucción que S.S. no tuvo inconveniente en declarar abierta y descaradamente contra las reformas militares, cuya discusión alternaba con el debate de las cuestiones económicas, ¿no parece a S.S. que todo el mundo va a ver en la proposición y en el discurso que S.S. ha pronunciado, un nuevo medio a que apelar para realizar su sistema obstruccionista, tan valientemente proclamado en una de las sesiones anteriores? Y verdaderamente es un medio eficaz, porque mientras se discuten la proposición y los incidentes a que puede dar lugar, no se avanza en las reformas militares, que es lo que desea S.S. a todo trance. Y lo peor es que tampoco se discutirán las reformas económicas. Como además S.S. ha vestido la proposición, con vestiduras halagüeñas, contando con que los Diputados de la mayoría y los de las demás oposiciones no son bastante cautos para no votar la proposición, dando a S.S. un triunfo señaladísimo sobre el Sr. Ministro de la Guerra, sobre el Gobierno, sobre la mayoría, sobre la Presidencia, sobre las oposiciones, que llevadas de un espíritu patriótico han venido a transacciones también patrióticas en las reformas militares, vendría a resultar que no quedaría nadie más que el Sr. Romero Robledo, y eso, señor Romero Robledo, sería demasiado para cualquier Sr. Diputado, pero para S.S. me parece imposible, porque desde el momento en que S.S. se ha declarado obstruccionista y no ha tenido inconveniente en proclamarlo, desde aquel momento le ha de pasar a S.S. lo que a todo el que proclama la obstrucción, y es, que no tiene razón en nada, y que aunque la tenga, no se le debe dar jamás, porque es el único castigo que queda al que adopta un sistema perturbador, tan perjudicial al régimen a que estamos hoy sometidos, un sistema tan contrario a las buenas y honradas prácticas parlamentarias.

Pero no conseguirá S.S. ese triunfo; espero, sobre todo, que no lo ha de conseguir de la mayoría; y además, confío en que no lo conseguirá de las oposiciones, porque la proposición que ha presentado viene a sustituir al acuerdo que las minorías tomaron con el Sr. Presidente de la Cámara, colocándose en su lugar. Yo no digo que el acuerdo que las minorías tomaron con el Sr. Presidente no se varíe; pero ese acuerdo en todo caso debe variarse en la misma forma en que fue tomado; porque de otra manera, el señor Romero Robledo, por medio de esa proposición, no sólo se sobrepone, como he dicho antes, a la Mesa, al Gobierno y a la mayoría, sino que se sobrepone al acuerdo adoptado por las minorías con el Sr. Presidente de la Cámara.

El Gobierno de S. M. cree, Sr. Romero Robledo, indispensable la discusión de los presupuestos de Cuba y de Puerto Rico; y cree, si no indispensable, necesaria la discusión de los presupuestos de la Península; porque lamentando tanto como S.S. las desgracias por que atraviesa el país, y fijándose en el estado precario de nuestra agricultura, quiere llevar algún consuelo, pequeño o grande, pero todo lo que pueda, quiere llevarlo a la agricultura, a la industria, a la riqueza general del país, y este consuelo se lo lleva en los presupuestos que han de discutirse; y por eso, si no cree indispensable su discusión bajo el punto de vista de la legalidad, la juzga necesaria bajo el punto de vista de la conveniencia del país.

Pues bien, unos y otros presupuestos se discutirán, y se discutirán oportunamente; que para eso cuenta el Gobierno con la buena voluntad de la mayoría y con el patriotismo de todos; buena voluntad y patriotismo de que afortunadamente se está dando ejemplo hace tiempo, con raras y desdichadas excepciones.

Pero si el Gobierno cree indispensable la discusión de los presupuestos, entiende también, por altas consideraciones de Estado y de gobierno, que no puede menos de insistir en la discusión y aprobación de las reformas militares, cuyo aplazamiento en estos momentos, Sres. Diputados, aunque hubiera sido muy legal, hubiera parecido como un desprecio por parte del Gobierno a las transacciones que se han hecho y a las personas y partidos que tan patrióticamente han transigido.

El Gobierno presentó las reformas militares con el propósito, natural porque las cree buenas y convenientes, de que se discutieran y aprobaran brevemente, pero también con el deseo del acierto, que el acierto interesa a todos en problemas de tan trascendental importancia; con el deseo y con el propósito de que materias tan graves no fueran tarea de un solo partido, sino obra nacional.

Y ya lo han visto los Sres. Diputados; los amigos y los adversarios de estas reformas se han penetrado de las razones de unos y otros, y todos con miras patrióticas han venido a términos de avenencia, en vista de los que, el Gobierno creía que estaba en su deber aprovechándose de esta tregua para sacar adelante este proyecto, que juzga conveniente al bien del ejército y del país.

Además, ya lo he dicho: en estos momentos en que se había conseguido una transacción tan importante y patriótica, interrumpir, siquiera por breves días, la discusión de las reformas, hubiera podido dar motivo a que se creyera que el Gobierno había hecho la transacción por una necesidad del momento y que habían tenido el patriotismo de realizarla.

Y cuando habíamos llegado a esta transacción, y cuando parecía que todo estaba asegurado y que no faltaba más que la discusión de los pormenores, no me parece a mí ni patriótico, ni conveniente, ni político, suspender en este punto la marcha del Gobierno e interrumpir otra vez el curso de las reformas militares, a las que por esas consideraciones de Estado y de gobierno se había reconocido la misma preferencia que a las económicas, y con ellas alternaban, dándose a estas reformas más consideración que a ninguna [3081] otra, hasta el punto de que el Gobierno había creído conveniente anteponerlas a todas las demás que tiene presentadas sobre la mesa.

¿Y sabe el Sr. Romero Robledo por qué el Gobierno ha dado esa importancia a este proyecto de reformas militares? Pues se la ha dado por las mismas razones que S.S. ha aducido en otra ocasión; por eso empecé diciendo que era extraño que S.S. presentara hoy la proposición que ha dejado sobre la mesa, cuando el año pasado presentaba una completamente contraria, como va a ver el Congreso, fundada en las mismas consideraciones con que ahora responde el Gobierno.

¿Para qué más contestación, en realidad, a la proposición que hoy presenta el Sr. Romero Robledo, que la proposición que hace un año presentó el mismo Sr. Romero Robledo? Oigan los Sres. Diputados:

"Teniendo en cuenta que la reforma de todo organismo la constituye en una situación de interinidad, desde que aquella se inicia hasta que se cumple, y que la incertidumbre del porvenir, consecuencia natural de aquel estado transitorio, engendra inconvenientes graves, y aún pudiera crear peligros, cuando se trata del ejército, a quien la Nación confía la defensa de su independencia y la conservación de la paz interior.

Y atendiendo a las dudas que se suscitan sobre la posibilidad de elevar a leyes los proyectos de reformas militares antes de terminar el actual período de la presente legislatura, los Diputados que suscriben proponen al Congreso se sirva acordar que verá con gusto que el Gobierno de S. M. haga la promesa solemne de no aconsejar el ejercicio de la Regia prerrogativa de suspender las sesiones hasta convertir en leyes los mencionados proyectos.

Palacio del Congreso 23 de junio de 1887. -Francisco Romero Robledo, etc., etc."

¿Es que creía S.S. sinceramente esto que afirmaba en la proposición? Yo entiendo que sí, porque si no, su señoría no la hubiera firmado, ni mucho menos la habría sostenido. Pues si esto creía entonces, ¿por qué no lo cree ahora? Si daba S.S. tanta importancia a que no se interrumpiera entonces la discusión de los proyectos militares, ¿por qué no se la concede hoy? ¿Es que han variado las circunstancias? ¿Es que las consideraciones de Estado y de gobierno que aconsejaban que la discusión de estas reformas continuara no existen ya? ¿Es que las necesidades del ejército están hoy más satisfechas que el año anterior? ¡Ah! señor Romero Robledo, no se deje llevar S.S., en las cuestiones del ejército, de la pasión política ni de las conveniencias de partido; que el ejército ha de ser institución de la Patria, no instrumento de ningún partido, y en lo que a su organización se refiere, no deben mirarse nunca las cosas por el prisma del interés de los partidos, ni sus reformas deben tomarse como motivo, ni siquiera como pretexto, para satisfacer venganzas, para dar rienda suelta a las pasiones, para entorpecer la marcha de los Gobiernos, no; porque desde el momento en que las cuestiones militares se conviertan en cuestiones políticas, ya no hay que esperar en los individuos que al ejército pertenecen, satisfacción posible ni contento en sus filas; ya no hay que esperar pacificación en la fuerza pública. Cuando un ejército está descontento y dividido por luchas interiores, corre mucho peligro la disciplina, y sin una disciplina muy fuerte y muy severa no hay que esperar ni sosiego, ni bienestar, ni paz en ningún país; mientras que, por el contrario, cuando todos, todos, amigos y adversarios, posponen los intereses de partido y otros menos nobles intereses a móviles más altos, y sobre todo a los ideales de la pacificación y de la neutralización de las fuerzas de mar y de tierra, ¡ah! entonces sí, entonces el ejército podrá ser lo que no tiene más remedio que ser en todo país civilizado: base de la libertad, sostén de las instituciones, garantía del orden y defensa de la independencia y de la integridad de la Patria. (Muy bien, muy bien). [3082]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL